lunes, 5 de mayo de 2014

SAN ATANASIO 



"Pero por eso no debéis temer a su maldad, sino que... debéis levantaros frente a las nuevas maquinaciones contra nosotros. Pues, cuando un miembro sufre, sufren todos los demás y según las palabras del Apóstol, debemos llorar con el que llora. Dado que la gran Iglesia sufre, cada uno debe sufrir con ella y sufrir su castigo. Para todos es el Salvador, que ellos injurian, de todos las leyes, que ellos destruyen... Por tales motivos os ruego... que condenéis a los impíos, para que los sacerdotes aquí y todo el pueblo vean vuestra verdadera fe y vuestro decidido repudio y se puedan alegrar de vuestra esclarecida fe en Cristo; pero aquellos que tanto han pecado contra la Iglesia, sean llamados a volver y -aun cuando sólo sea posible muy a la larga- lleguen a cambiar de pensamiento. ¡Saludad a la comunidad de los hermanos entre vosotros! ¡Todos los hermanos congregados conmigo también os saludan! Que el Señor os conserve sin pecado y daño y en fiel pensamiento para nosotros..." (S. Atanasio)

San Atanasio, patriarca de Alejandría

2 de mayo.

            El valeroso defensor de la fe católica San Atanasio, nació de nobles padres en Alejandría, para ser una de las más brillantes lumbreras del orbe cristiano. Acabados sus estudios,  se retiró por algún tiempo en el yermo, donde conversó con san Antonio abad, a quien dio dos túnicas para el abrigo y reparo de su cuerpo.

            Era todavía diácono cuando asistió al gran Concilio de Nicea, donde confundió al mismo Arrío en las disputas que tuvo con él; y habiendo fallecido cinco meses después del concilio san Alejandro, obispo de Alejandría, fue elegido Atanasio por común consentimiento de todo el pueblo.

            Los herejes que ya le conocían, se hicieron a una para derribarle, y en el conciliábulo de Tiro, entre otros cargos, le acusaron de haber violado una mujer, la cual, por persuasión de los arrianos y dineros que le dieron, exclamaba allí que habiendo hospedado a Atanasio, le había quitado por fuerza la virginidad. Pero luego se conoció el embuste de la mala hembra, porque Timoteo, presbítero de Atanasio, fingiendo que era él mismo Atanasio, le dijo: «Di, mujer, ¿Yo fui huésped en tu casa? ¿Yo he mancillado tu castidad?».  Y como ella respondiese a grandes voces y con muchas lágrimas fingidas que sí, y lo jurase, y pidiese a los jueces que le castigasen, vino a descubrirse toda aquella maraña, y paró en risa aquella acusación. Es imposible decir las calumnias y persecuciones que armaron los herejes contra este santísimo patriarca.

            Cuatro emperadores le persiguieron: Constantino Magno con buen celo, pensando que acertaba, y Constancio su hijo; Juliano el Apóstata y Valente como enemigos de Dios.    Escribió el símbolo que llaman de Atanasio, el cual como regla certísima de nuestra santa fe ha sido recibido y usado de toda la Iglesia.

            Padeció largos destierros; cinco mil hombres de guerra entraron para prenderle en su iglesia, y tuvo que esconderse en los yermos, en una cisterna, donde estuvo seis años, y hasta en la misma sepultura de su padre.

            Cuando volvía a su Iglesia, le recibían como si viniera del cielo, y era tal el fruto de su predicación y ejemplo, y tan grande la porfía en las gentes sobre el darse a la virtud, que como él mismo escribe, cada casa y cada familia parecía una iglesia de Dios. Así ilustró y defendió la fe cristiana durante medio siglo, y acabó su vida en santa vejez hasta que el Señor fue servido de llevarle para sí y darle el galardón de sus largos trabajos.

            Reflexión: En la vida de este santo se ve la firmeza que el verdadero católico debe tener en todo lo que toca a la pureza y entereza de nuestra santa religión; y los embustes y artificios que usan los herejes para contaminarla y corromperla, valiéndose del favor de los malos príncipes, los cuales, aunque algunas veces por razón de estado, favorecían a Atanasio, pero Nuestro Señor que quiere ser servido de los príncipes con verdad, al cabo los castigó, a Constancio con una apoplejía, a Juliano con una saeta, y a Valente con haberle quemado los bárbaros en una choza; pero san Atanasio quedó triunfador de estos infelices tiranos y de todos los herejes que con tan porfiada rabia y crueldad le persiguieron. Seamos, pues, como este gloriosísimo doctor fieles a Dios, y a su santa Iglesia, y el Señor nos esforzará de manera que toda la potencia de nuestros enemigos no podrá prevalecer contra nosotros.

            Oración: Rogámoste, Señor, que oigas benigno las súplicas que te hacemos en la solemne fiesta de tu bienaventurado confesor y pontífice Atanasio, y que por los méritos de aquel que te sirvió con tanta fidelidad, nos libres de nuestros pecados.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

(Fuente: FLOS SANCTORUM de la familia Cristiana; De Francisco Paula Morell, S.J. Editorial Difusión, S.A. Año 1943).
 
 

CIRCULAR DE SAN ATANASIO A TODOS LOS OBISPOS EN EL AÑO 340

"A la asamblea de sus hermanos Obispos, a los queridos Señores, manda Atanasio sus saludos (alegría) en el Señor.
Lo que hemos sufrido es terrible y casi insoportable; no es posible explicarlo como corresponde. Pero, para que el horror de los acontecimientos sea conocido más rápidamente, he considerado bueno recordar un pasaje de la Sagrada Escritura.
Un Levita, cuya mujer había sido gravemente ultrajada -era una hebrea de la tribu de Judá- conoció el horror de este crimen. Trastornado por el ultraje que se le habla inferido, descuartizó -según refiere la Sagrada Escritura en el Libro de los Jueces (Ju. 19)- el cuerpo de la mujer muerta y mandó los trozos a las Tribus de Israel. No solamente él, sino todos, debían sufrir con él este grave crimen. Si ellos compartían su dolor y sufrimiento, todos a una debían vengarlo también. Pero si no querían saber nada, debería caer la ignominia sobre ellos, como si fuesen los criminales. Los mensajeros dieron cuenta del suceso. Pero los que lo vieron y oyeron, declararon:
jamás ha sucedido nada semejante desde los días en que los hijos de Israel salieron de Egipto. Todas las tribus de Israel se movilizaron y, como si lo hubiesen sufrido en su propio cuerpo, se unieron contra los criminales. Estos fueron vencidos en la guerra y aborrecidos de todos, pues los bandos reunidos no atendieron la pertenencia tribal, sino que sólo miraron con indignación el crimen cometido.
Vosotros, hermanos, conocéis este relato y lo que la Escritura quiere señalar con él. No quiero extenderme más sobre ello, puesto que escribo a enterados, y me esforzaré por atraer vuestra atención sobre lo que ha acontecido ahora, que es más espantoso que lo de entonces. Por esto he recordado este relato, para que podáis comparar los acontecimientos y hechos actuales con los descritos y reconozcáis que lo actual excede encrueldad a lo de entonces. Y deseo que en vosotros crezca una mayor indignación contra los criminales, que la que entonces hubo. Pues la dureza de la persecución contra nosotros, es incluso superior.
Nimia es la desgracia del Levita comparada con lo que ahora se está haciendo con la Iglesia. Nada peor ha ocurrido jamás en el mundo, ni nadie ha sufrido jamás mayor desgracia. En aquel tiempo fue una sola mujer la ultrajada, un solo Levita el perseguido. Hoy es toda la Iglesia, la que sufre injusticias, todo el sacerdocio el que padece insolencias y -lo que es aún peor- la religiosidad es perseguida por la teofobia y la impiedad. Entonces cada tribu se asustó al ver un trozo de una sola mujer. Hoy se ve despedazada a trozos toda la Iglesia. Los mensajeros que os son enviados a vosotros y a otros, para transmitir la noticia, sufren la insolencia y la injusticia. Conmoveos, os lo imploro, no sólo como si fuésemos nosotros solos los que hubiésemos sufrido injusticia, sino también vosotros mismos. Cada uno debe ayudar, tal como si él mismo lo sufriese. Si no, dentro de poco se derrumbará el orden eclesiástico y la fe de la Iglesia. Ambas cosas, amenazan, si Dios no restablece rápidamente y con vuestra ayuda, el orden querido, si el sufrimiento no expía por la Iglesia.
No es ahora, cuando la Iglesia ha recibido el orden y los fundamentos. De los Patriarcas los recibió bien y con seguridad. y tampoco es ahora que se inició la fe, sino que nos vino del Señor a través de sus discípulos. Que no se pierda, lo que desde el principio hasta nuestros días se ha conservado en la Iglesia; no malversemos lo que nos fue confiado. Hermanos, como administradores de los Misterios de Dios, dejad conmoveros, ya que veis como todo ello nos es robado por los otros. Los mensajeros de esta carta os dirán más cosas; a mi sólo me cabe reseñároslo en breves líneas, para que realmente reconozcáis que jamás ha sucedido nada semejante contra la Iglesia, desde el día en que el Señor, ascendido a los Cielos, dio el encargo a sus discípulos con las palabras: "Id y enseñad a todos los pueblos, y bautizadles en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Tomado de "Atanasio y la Iglesia de nuestro tiempo", -en el 1600 aniversario de su muerte-. Mons. Rudolf Graber, Obispo de Ratisbona).
 
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario